No penséis, amables lectores, que vamos a decantarnos en estas líneas a favor o en contra de, posiblemente, la Ley más debatida de nuestra historia jurídica. Probablemente nunca se había hablado tanto de una Ley antes de haber sido publicada. Pero, en fin, el enfrentamiento entre nosotros es algo innato, y, prueba de ello, tal vez fue nuestra atroz, sangrienta e injustificable guerra civil. Si tú dices “a” yo digo b”, si tú dices “blanco” yo digo “negro”. Somos así. Ponernos de acuerdo, llegar a un consenso, si para ello debemos renunciar a parte de nosotros mismos, es algo que no nos caracteriza, precisamente, como pueblo o como país.

Ni defensores ni detractores. En nada de eso queremos convertirnos. Sabemos que, como en todo, la nueva Ley de Educación tendrá sus virtudes y sus defectos, sus aciertos y sus errores, sus aspectos positivos y sus aspectos negativos, sus pros y sus contras. Es así. La perfección es una meta inalcanzable, un deseo irrealizable, una búsqueda constante y continua que nos impulsa a mantenernos vivos. Rendirnos ante la realidad es la mayor prueba de humildad y, como diría Rabindranath Tagore, “cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande”. Debemos, pues, ser realistas y entender que, debido a su imperfección, todo es susceptible de mejora.

La educación es, “saber”, “conocimiento”, “aprendizaje”, “formación”, “instrucción”, “cultura”. Es, sin duda, la llave maestra al mundo y a la sociedad a la que pertenecemos. Hablar de ella no solo es bueno, sino imprescindible. Debatir aspectos ligados a ella no la perjudica, sino que la enriquece.

Si todo esto es verdad, ¿cuál es, pues, el problema? ¿Por qué ese enfrentamiento brutal entre los que apoyan y los que rechazan una Ley aún hoy inexistente? La explicación, querido lector, es la que tú, yo y la inmensa mayoría de personas, pensamos: La educación, en nuestro país, está politizada. Ése es el gran problema. Pero no es el momento ahora de hablar de política, sino de educación. Sin embargo, se nos hace tarde y no queremos extendernos más en este post. Lo abordaremos próximamente en los siguientes post. Es un tema apasionante y, por este motivo, queremos tratarlo como se merece: con tiempo, dedicación y, sobre todo, respeto. Queremos abordarlo sin renunciar al análisis crítico, desde el lado positivo, por lo que, sin negar, como se ha dicho, la existencia de errores e imperfecciones, fijaremos nuestra atención en los aspectos positivos contemplados en una Ley que beneficiará a unos niños, jóvenes y adolescentes que, a través del presente, construirán el mañana y el futuro de un país.

Los siguientes post versarán, pues, sobre aspectos positivos de la nueva Ley de Educación. Los errores, lo negativo, las incongruencias, los disparates, lo contradictorio preferimos dejarlo para otros. Para aquellos que enarbolan la bandera de la intolerancia y del principio de la protesta como único medio para conseguir un fin.

José Manuel Romero.